viernes, 8 de mayo de 2009

Una profesión que debe ser nihilista

Mal se ha entendido en nuestros días el término nihilismo. Algunos, por no decir muchos, piensan que quienes practican o siguen esta corriente filosófica no creen en nada, pero no es así. El hecho de ser nihilista no significa no creer o no esperar nada extraordinario en cualquier momento. Al contrario de esto, lo que el nihilista no cree es en los dogmas y en las instituciones ni mucho menos en las jerarquías o en cualquier ente supremo. Quien vive y sigue esta corriente se siente libre de cualquier atadura y fácilmente mantiene a la deriva pero con brújula. No es por tanto un caprichoso sino un creador que vive expectante y deseoso del acto creativo, del acto transformador.

Así como sucede en el nihilismo, debería suceder en la educación. Los docentes deberíamos dejar a un lado los dogmas educativos de voces ya ausentes que nos dicen cómo enseñar desde un pasado ya lejano y arcaico. Deberíamos más bien enseñar desde nuestras realidades actuales de opresión y abuso descarado y enajenador que sustrae nuestro pensamiento y encadena nuestra libertad con el autoritarismo propio de los tiranos. Así como en el nihilismo, los docentes deberíamos dejar a un lado el respeto hipócrita ante las instituciones que hoy se sienten dueñas del conocimiento como en la época de los sofistas. Deberíamos, no sobrepasar la autoridad, pero si al menos manifestar nuestro desacuerdo, ése que muchas veces nos tragamos para así llenarnos el estomago y el de los nuestros. El docente debe ser nihilista para así abolir ese ideal de jefe supremo que manda y dispone qué debe enseñarse y que hay qué aprender. Él mismo, como conocedor de la realidad por vivir inmerso en ella, y por padecerle muchas veces, debe ser el que diga que hay que enseñar, cómo, cuándo y a quienes enseñarlo. El docente nihilista debe liberarse de todos estos lastres históricos y tiránicos impuestos por agentes externos. Un docente libre de dogmatismos, protocolos e idolatrías, es capaz de ir a la certeza de la deriva; es capaz de ser creador y transformador a la vez.

Necesitamos que la profesión docente se vuelva nihilista, que los docentes sean nihilistas. Así y solo así podremos dar a cada quien lo que necesita para ser educado, pues por mantener sujetos a un común denominador impuesto, es que fallamos como docentes y como educación, pues ese común denominador no sirve para todos; es excluyente aunque se presente como incluyente.

Debemos por tanto, si inculcar y ofrecer horizontes y así mismo ofrecernos como guías, como acompañantes, como pedagogos. Debemos también liberar la educación, pues no podemos liberar a alguien de algo si nosotros permanecemos esclavos a ello. Un docente nihilista podrá fácilmente, por ir a la deriva de la certeza, encontrar una propuesta de humanización, la cual es tan necesitada en nuestros días. Quien va a la deriva en busca del acto creativo y no de la nada, descubrirá por sí mismo que la pedagogía de la liberación es el canal por donde transita la libertad del hombre oprimido y esclavizado de hoy que se encuentra clavado en la misma cruz de su señor.

Creo, sin derecho a equivocarme y con el respeto de quien así no lo piense, que la educación, desde la perspectiva anterior debe ser nihilista। Que los docentes deben ser nihilistas, propagadores de un mensaje liberador y esperanzador, para quienes todavía creen en la educación, en la escuela, en los docentes, en los estudiantes.

Jhon Fredy Mayor Tamayowww.elbuhofilosofico.blogspot.com

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