viernes, 24 de abril de 2009

Reeducar o reelegir

Desde hace unos años para acá en nuestro continente Latinoamericano viene imponiéndose una palabra que representa muchos conceptos en sí misma y a la vez cientos de ambigüedades. Y como si fuera algo innato, dicha palabra se ha ido encarnando en el pensamiento de la mayoría de los habitantes de nuestro pueblo como algo bueno, benéfico y positivo. Me refiero en estos momentos, nada más que a la “reelección”. Esta palabra tan clave para muchos burgueses y políticos de alto rango, se ha impuesto en las sociedades de la misma forma como lo han hecho los productos comerciales y de consumo que caracterizan el mercado mundial.

La reelección, en toda la expresión de la palabra, hoy representa para los países donde se ha impuesto una forma de democracia. Sin embargo, lamentablemente la cuestión no es así. Para ello baste presentar lo siguiente. Cuando nació la democracia, los políticos griegos consideraron, para beneficio de la polis, que el gobernante solo debía gobernar por un tiempo de dos años. Ya que si una persona permanecía en el poder el peligro de una tiranía era latente. De igual forma pensaron los romanos, aunque estos fueron un poco más allá. Cuando algún enemigo poderoso atacaba la República, los romanos suspendían la democracia y entregaban el poder a una sola persona, la cual se encargaría de proteger y defender al Estado de cualquier peligro. Restablecido el orden y libres de peligro, el liberador retornaba el poder al senado y al Cesar. Según esto es posible pensar que en bien de la soberanía y el bienestar del Estado, la democracia puede ser utilizada de diferentes maneras.

En nuestros días, parece que la cosa no ha cambiado mucho. Pues hemos visto como desde hace algunos años la democracia ha tomado un rumbo diferente al que debería llevar. ¿Por qué? Si en los albores de la democracia se crearon mecanismos que no permitieran que una sola persona tuviera todo el poder, y para eso se evito la reelección seguida de periodos políticos, entonces la práctica de la reelección no es más que la concentración del poder democrático en una sola persona. Esto ya lo intuía Francisco de Paula Santander y otros de sus camaradas, cuando a Simón Bolivar se le ocurrió quedarse como presidente vitalicio. De inmediato sus fieles compañeros de campaña de independencia se hicieron a un lado y rechazaron la propuesta. Parece ser que el libertador deseaba crear la democracia griega y protegerla desde una visión romana. En otras palabras; quería crear una democracia donde él pudiera mandar. Los sumos de la campaña libertadora se le subieron a la cabeza y creyó que sin él, la República no podría sobrevivir. Es de aclarar que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

Aunque hasta el momento pareciera ser que la idea es netamente política, la verdad es que no es así; la política ha servido más bien de abrebocas. Pues la idea es saber que significa reelegir, reeducar. Si en el ámbito político reelección es volver a elegir para así tener el control total, según el origen y la intencionalidad de la misma palabra; entonces reeducar es volver a aprender. Y ¿aprender qué? Que la escuela es la única capaz de enseñar en la verdad y sin ambigüedades, y que para esto se sirve del conocimiento, de la investigación y de los valores. Éste último es la cuota inicial de la familia a la escuela. Pero reeducar no solo es volver a aprender; también es volver a educar. ¿En qué? En algo que enseñó uno de los primeros maestros de la era occidental: “Solo sé que nada sé, pero aún sabiendo esto, sé más que los demás porque lo saben”. Es verdad, el maestro de la mayéutica hoy más que nunca se hace presente en este re-proceso educativo. ¿Por qué? El docente actual cree saber de todos los saberes, sabe tanto que se cree, sin saberlo, un sofista. Bueno, en lo único que no se parece al sofista, es en que no puede decir cuánto cobrar por su servicio. Pero en lo demás sí. Una cosa es ser versátil y otra cosa es ser sofista: el docente versátil no solo es un habilidoso, es un intelectual. Y el sofista es aquel que cree, por sí solo, que se las sabe todas; es pues una persona versátil que sabe hacer creer a los demás que sabe. La verdad del caso es que una cosa es ser habilidoso, versátil, por obligación y otra muy diferente serlo por conocimiento, por intelectualidad. Los docentes actuales tienen que volver a ser socráticos, o sea parteros, ayudar a otros a ver la luz, el conocimiento, la verdad, no mi verdad.

No obstante, los docentes no solo tienen que volver a ser educados en la credibilidad, en la honestidad y en la coherencia. Sino en él para qué del sentido de la educación, el cual consiste en demostrar que la escuela es portadora del conocimiento verdadero y que es la que puede formar los ciudadanos del hoy y del futuro. Necesitamos volver a creer en que la escuela no es una institución más del Estado; somos la institución que se encarga de formar en sociedad a los ciudadanos. Necesitamos los docentes ser honestos con nuestra misión-vocación. No podemos seguir el juego de la política corrupta, donde hecha la trampa hecha la ley. Y necesitamos ser coherentes con nuestra profesión: si no sé para qué aparentar que sé. La coherencia consiste en ser sincero consigo mismo y decirme: ‘Si yo no soy un intelectual para que hablar de temas o cosas donde solo reina mi verdad ante la ausencia de lo no estudiado ni leído’. Definitivamente los docentes necesitamos ser reeducados, necesitamos volver a la escuela, y a la escuela de hoy para que descubramos lo que hemos hecho y en lo que hemos permitido que se convierta.

Si reelegir esta moda, porque no ponemos de moda reeducar. Reeducando a los docentes es la única manera de volver a tener el poder, pero no el del autoritarismo que fue muy característico en otros tiempos, sino el poder del conocimiento. Hoy más que nunca estamos urgidos de recuperar lo que los medios de comunicación, el capitalismo, los corruptos, los violentos y la política nos quitaron: los estudiantes. Ya ellos no son educados por la escuela o la familia; son educados por los entes mencionados anteriormente. Necesitamos hacer esto porque los estudiantes de un tiempo para acá han sido educados en cómo gastar, asesinar, robar etc., pero no en cómo aprender, saber o en valores.

Hagamos que los docentes vuelvan a ser reeducados en tecnología, en ciencia, en teología y en pasión. Y que no nos sentemos a ver como el edificio del conocimiento y la verdad se cae ante nuestras narices. Si nos reeducamos, volveremos a recuperar el fervor, la pasión, las ganas de transformar la sociedad, el mundo.

Sé que reeducar no es fácil, más reelegir si lo es. Sepan todos los docentes que si no queremos que el poder democrático se concentre en una sola persona, como en la época de los romanos, y no queremos gobernantes vitalicios, entonces tenemos que poner manos a la obra. Si queremos una sociedad democrática y justa, no esperemos más y lancémonos a la difícil tarea de volver a ser estudiante, pues así es la única forma de ser reeducados. Debemos pues saber escoger: reelegir o reeducar. Cualquiera de las dos que subsista hará lo suyo.
No olvidemos que volver a la escuela como estudiantes nos ayudará a ser nuevos y verdaderos docentes. Siendo nuevamente estudiantes comprenderemos que es ser docente. Y aunque lo siguiente sea muy atrevido, diré que el quehacer del docente de hoy es educar en democracia, en sentido social. Creo sin embargo, que lo anterior no sería tan atrevido, pues quien haga esto, sencillamente estará cumpliendo lo que le exige la Ley de General de Educación. Sin duda alguna, es urgente que el docente se reeduque. Es la única forma de darse cuenta de que la pedagogía social no solo es una propuesta sino una ley.