viernes, 1 de mayo de 2009

La pedagogía de la liberación como propuesta de humanización

Actualmente puede sonar trillada la idea de que Latinoamérica lleva sumergida en la dominación y la explotación más de quinientos años. Para algunos no sería necesario recordar algo que ya sabemos. Sin embargo, es posible también decir que es algo que ya olvidamos. Y aunque es de humanos olvidar, también es obligatorio decir que es de humanos recordar. Y ¿recordar qué? Lo que desafortunadamente no nos gusta reconocer. ¿Qué entonces debemos reconocer? Sencillamente en lo que nos hemos convertido como seres humanos, como sociedades, como países.

Para nadie es un secreto que nuestros pueblos se han convertido en metrópolis con carreteras de tierra. Ya en cualquier pueblo apartado y por pobre que sea encontramos internet, telefonía celular, tecnología para el hogar, vestuarios de marca y productos importados provenientes hasta de la China. Sin darnos cuenta nos han vendido la idea de que formamos parte del mundo y que por consiguiente tenemos que estar a la par del mismo, olvidando que no estamos en las mismas condiciones. Lo que quiere decir entonces, que nos hemos convertido en el basurero del mundo. Negocio que solo es jugoso para el sistema capitalista que impera el mundo. Ha sido posible este actuar del resto del mundo para con nosotros porque nuestros políticos así lo han permitido. Y no ha importado si para hacer esto ellos tengan que modifica leyes o desaparecer personas que se opongan a esta venta descarada e inmoral.

De otra parte, la inclusión de nuestro continente en el mapa de la globalización no solo ha generado desventajas nefastas para nuestra economía y ecología, sino también grandes afectaciones al interior de nuestra humanidad. Conservando la misma estructura de la época feudal, el hoy de nuestras sociedades se encuentra más divido que nunca entre los que tienen todo y los que no tienen nada. Ha sido esta situación tan desastrosa la que ha generado una cruel deshumanización en las personas que ocupan ambas esferas. Pues los de arriba no tienen nada que ver con los de abajo y los de abajo no tienen nada que ver con los de arriba y los mismos de abajo. Tristemente la brecha de la deshumanización ha llegado a situaciones límites tan crueles que ya no compartimos nada con nadie y nos asesinamos o nos robamos entre nosotros mismos. Hemos vuelto lamentablemente la era animalesca de la que un día nos sacaron como proyecto final de la vida.

¿Qué hacer pues ante tal situación tan límite y desconsoladora? Si nuestros pueblos están así, es gracias a los políticos que nos han gobernado. La multitud de fascistas antidemocráticos que han surgido en los últimos años ha agudizado más la situación, pues algunos de ellos se sienten como terratenientes cuidando de sus fincas. Sin duda alguna, han sido los políticos corruptos y faltos de humanidad que hemos tenido los que han hecho de nuestra sociedad lo que es hoy: una sociedad solipsista desinteresada de los demás. Es esto lo que ha alimentado un individualismo destructor no solo socialmente, sino también familiarmente.

Es por esta realidad tan cruel y desesperanzadora que necesitamos hacer algo. Pero, ¿quiénes pueden hacer algo? Creo, sin derecho a equivocarme, que todos aquellos que tienen una responsabilidad concreta están obligados a hacer algo. Son estos, los gobernantes, la Iglesia, las comunidades ancestrales, los grupos humanitarios y ecologistas, y finalmente; la educación. Todos los anteriores tienen responsabilidades tan concretas que no tienen escusa para no hacer nada. Sin embargo, ¿cuál de las entidades anteriores se siente más urgida de hacer algo al respecto? La educación. Si ella es portadora del conocimiento, de la verdad, de la formación del ciudadano; y tiene “como misión despertar personas capaces de vivir y comprometerse como personas”[1], entonces es quien debe poner manos a la obra y hacer lo suyo.

Y ¿de qué manera puede hacerlo? Si la sociedad de hoy está falta de humanidad, entonces la educación tiene que educar en ello. Si es capaz de despertar personas capaces de vivir y de comprometerse como personas, entonces habrá logrado su propósito, porque ¿qué persona que aprende a vivir y a comprometerse con el otro no se siente obligada a humanizar el mundo?

La educación debe recordar al hombre quién es, para que así pueda saber lo que debe ser. Es de reconocer que muchas personas hoy no saben qué son, ni siquiera saben que fueron, pues desde su corta existencia siempre han sido lo que son hoy: consumidores, individualistas, violentos, falto de amor, incapaces de relacionarse con el otro.

Ante una sociedad tan dividida como la colombiana, que no es capaz ni siquiera de contrastar la realidad diaria con la ficción de los medios, y que ni siquiera incluso es capaz de ponerse de acuerdo para una marcha o un referendo; es la muestra de que la educación tiene mucho por hacer. Y lo primero que debe hacer es dejar que los estudiantes jueguen, rían; como decía Zuleta, “la escuela debe dejar de reprimir a los estudiantes, abolir los barrotes y dejar que los niños hagan ruido”. El juego y la risa son quienes permiten que los estudiantes se integren, se relacionen, sientan al otro y descubran que no están solos. Un niño que no pueda jugar o reírse, no se relaciona, no se humaniza, se vuelve solipsista. Y no solo los niños necesitan jugar, también los adultos necesitan hacerlo.

Una propuesta como la de la pedagogía de la liberación es pertinente hoy más que nunca. Si la escuela educa en humanidad todos los graves problemas que nos aquejan tendrán fin. Sí, aunque suene ilógico o utópico. Si la escuela educa en humanidad, puede la persona que es educada tomar conciencia del grave daño que en estos momentos sufre el planeta, o de la terrible persecución de nuestros ancestros en sus propias tierras, o de los graves atropellos que padecen miles de personas en todo el mundo, o del grave daño que le hacen a su fe cuando hacen lo contrario de lo que ella propone, o del vergonzoso circo corrupto y manipulador en que se ha convertido la política. Sin duda alguna, la sensibilización ante lo humano es la única salida del atolladero en el que hemos caído.

Creo firmemente, después de haber leído al pedagogo de la liberación, que Educar en humanidad es volver humana a la persona. Necesitamos crear conciencia de lo importante que es “ser humano”. Me convenzo una vez más que cuando la persona es humana le duele el otro, le duele el mundo, su religión, sus tradiciones, se preocupa por lo que hacen sus gobernantes. La persona que se siente humana le preocupa todo lo que sucede en la sociedad. Hoy le apuesto a una educación más humilde, más dialogante, más libre y más humana. Aunque consideremos que los oprimidos son aquellos que viven en la pobreza o no tienen oportunidades en la vida, pienso, sin derecho a equivocarme, que todo aquel que ha dejado de ser “ser humano”, ya es un oprimido, un esclavo del sistema y una persona falta de alteridad, de amor fraterno, de conciencia.

Jhon Fredy Mayor Tamayo
Director de El Búho
www.elbuhofilosofico.blogspot.com

[1] Mounier, 2002, p. 437. Cita tomada del texto: Ideas Filosóficas que fundamentan la pedagogía de Paulo Freire.

1 comentario:

  1. la educacion es seguramente un acierto para combatir muchos de los males que aquejan al ser humano, pero nada seria de la educacion sin maestros excelentes, ¿pero como ser un excelente maestro cuando la misma sociedad nos reprime, nos abandona, nos juzga y no valora nuestro trabajo?, tal vez asi como seguimos en la dominacion, tambien seguimos en la crueldad de la omision y solo quienes tienen berraquera ven en la educacion una manera de transformar el mundo, de sacarlo del lodo donde se sumerge poco a poco, solo queda seguir con la esperanza de que con nuestro trabajo todo cambiara lento pero pasaara.

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